El duelo es ese lineamiento que se constituye en fases flexibles por los que pasa la persona. Desde luego, esto se centra en el grado de intimidad que hayas tenido con el ser fallecido. Para el caso de las reflexiones de este escrito la muerte es un proceso y será un sentimiento de pérdida difícil de afrontar por el vínculo maternal entre hijo y madre que está unido por un cordón umbilical. Esto genera angustia y tristeza y diferentes tipos de sentimientos como soledad, pérdida, au
sencia y, sobre todo, sin sentido por la vida. De este modo, el proceso del duelo genera tensiones en las personas y, al mismo tiempo, es posible que pueda desencadenar enfermedades físicas serias. Todo esto apoyado por angustias que se somatizan en diferentes reacciones físicas y mentales, que, en muchos casos puede desencadenar en afectaci
ones psicológicas graves o la muerte. También, es necesario mirar cómo se dio la muerte o las circunstancias de esta. Por ejemplo, si el fallecimiento del hijo estuvo precedido por una larga enfermedad y esta fue grave, es posible que se tenga la oportunidad de iniciar un proceso previo al fallecimiento, como lo plantean Roitman y Swarc (2002). Esto podría ser un factor más positivo para asumir la ausencia sin retorno. Pero si es una muerte sorpresiva, la angustia y el choque emocional será más fuerte y difícil de superar y trascender.
En la experiencia de una madre cuando el hijo muere surgen y emergen dolores que tienden a ser prolongados. Estos dependen de las creencias y vínculos que son una relación directa entre el grado del proceso y los componentes estructurales del narcisismo desplegado por el hijo. Pues como lo señalan Roitman y Swarc (2002) el narcisismo resucitado, cuando se transforma en el amor de ser amado, revela claramente su naturaleza original que se concreta en el amor filial y maternal de la madre. En esta misma dirección Roitman y Swarc (2002) en sus po
sturas argumentan que, así como la muerte en sí es impensable y se pospone a un futuro incierto, la muerte es más dolorosa y grave cuando se trata del hijo. Aunque Freud (como se citó en Roitman, y Swarc, 2002) dijo: a la edad de escabullirse (una persona muere a cualquier edad), la muerte de un niño de repente se deshace de las nociones
de auto inmortalidad, y paso de generación en generación. Por tanto, a la madre la vida se la hace pedazos, porque la muerte ha llegado y los padres que han quedado, no lo pueden considerar como ese momento pasajero que ha dejado ese vacío en el alma, y la capacidad para orientar el dolor requiere comprender y aprender a vivir con la pérdida y el cambio, ajustar los sucesos de la muerte a un cambio en su vida, con el fin de seguir viviendo.
Cuando por determinada circunstancia a una madre se le muere su hijo, dicho acontecimiento requiere el desarrollo de estrategias emocionales para afrontar la vida de una manera más sana y con mejor calidad. Debido a que no solo perdió a su hijo, sino un mundo de sueños e ilusiones que se desvanecen con la inevitable muerte. No es de extrañar que la muerte de un hijo en cualquier edad es una pérdida difícil de asimilar, pero no imposible de superar. Puesto que ser mad
re es un valor que significa en la persona entregar la vida por su hijo. En esencia, porque ese hijo es la manifestación de la maternidad y paternidad.
Se entiende que durante este proceso llegan los sentimientos de culpa, los cuales provienen de creer que algo se hizo m
al y que se desea revertir el tiempo para no haber hecho. También, acuden a la mente pensamientos de lo que se debió hacer o haber dicho. Cada encuentro consigo mismo es una tortura en la que cada idea, recuerdo se constituye en un sentimiento que hace sentir culpable a la madre por omitir, prevenir o haber evitado ciertos hechos. El sentirse culpable hará que la recuperación a la cual se enfrenta la madre sea más lenta. Por consiguiente, este sentimiento puede ser una forma de iniciar la realidad de lo que ha pasado solo asumiéndolo de forma terapéutica. Pues hay un hecho concreto: la vida que se desvaneció del hijo ya no regresará. Pero los pensamientos sí se podrán modificar de acuerdo con las creencias de cada persona y su capacidad de superación, resiliencia y valentía para continuar con su tránsito por la vida.
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